Poética

viernes, 18 de mayo de 2007

Bajo las cosas
las cosas suceden.

Bajo las cosas
se engendran los gestos.

Bajo las cosas,
como por dentro,

un interior vive
cubierto de una piel llena de huellas,
sosteniendo un mundo
con esqueleto de aire.

Bajo las cosas
están los pies con capas de piel,

con capas de huellas,

historias de pasos sin imagen,
vacías de espacio,
muda de los ojos.

Bajo los pies yace la sensibilidad del topo,
animal ciego y gigante
nadando por recodos de madre.

Bajo las cosas, como por dentro de ellas,
vive el origen que anda circulando como la sangre,
el ser y el aire.

La raiz palpitante
sin caprichos ni olvido,

la raiz de lo invisible que posesiona las manos,
soplando fuego
y tomándolas para siempre
como a musas,

de las que nacen hojas de sus dedos,
espinas de sus llagas

y una flor, de su hueco de palma;
rincón cóncavo de todo el universo,
caos invisible,
la mar excluida y aún así indeleble
como el parto de un dragón,
grito que se alza al cielo y nombra el giro;

instinto de mar, espíritu de ola.

Frontalidad que se curva cual boca besando,
pronunciando hacia adentro,

pronunciando tragando
mientras desaparecemos en la caricia de su espuma.

Así, caídos, después de combustión y encuentro,
dentro de la noche,

como de otro sol, vamos decantando.

Sangre y roca son una sola.

Vamos decantando,
después del fuego, vamos decantando.

Siendo un reflejo, decantando

como un espejo.

¡Somos un río manso y claro que todo lo refleja!,
cual eco de agua.

Sólo el verso y el agua decantan,
pueden en su gota

en su palabra,
desbordarse y ser

un mundo, un detalle.


¡Ay Valparaíso!


Dile a tus gobernantes
que no te iluminen tanto,
que no sobre-lustren
la cáscara de tu huevo patrimonial,

¡un reconocimiento no puede inflarte el pecho, no tanto!,
Ya te ves ridículo lleno de joyas y logotipos.

Deja lo rimbombante, la parafernalia,
el estuco, tu maquillaje.

¡Ay mi querido Valparaíso!,
estás como un payaso triste,
sonriendo por obligación, vendiéndote
como puta en horario de oficina, vendiéndote
en horario de reforma educacional,
encarcelado como un león viejo
al cual no le quedan dientes,
sólo la peluca del espanto
simuladora de melena.

¿Cómo estás Valparaíso?
Tan mío, de todos y de nadie.
No tienes hombro que te consuele
el llanto nocturno detrás de los cerros.
Estas atrapado, invadido,
inválido, como enfermo
que no sabe sanarse, como enfermo
esperando en el frío de un pasillo,
¡por años! Ser atendido.

¿Quiénes son los tuyos, Valparaíso?
¿a quién perteneces?
… más digno es quizás
el viejo ebrio de Eloy Alfaro
en vez de esos dueños
de tal o cual inmobiliaria.

¡Malditos!
No suelo maldecir, pero ¡que se vayan!
los que te quieren dopado e indolente,
¡que se jodan!
los que te quieren ignorante,
dócil e inagotable.

¡Ay Valparaíso!
¡Ay Valparaíso!
sigues siendo esa sopa de mar
bañada de Sol y Luna, eres aún
toda mi infancia, mi primera imaginación,
la araña escondida que teje y teje,
un suburbio encantado,
mi punto de partida,
el asomo del astro.

¡Ay Valparaíso!
¡Ay Valparaíso!
escuché tu lamento una noche de primavera,
vi tu soledad una madrugada de diciembre.


- Carolina Trinidad, Febrero 2007.

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